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Históricamente, la energía ha sido esencial para el desarrollo humano. La industria, el transporte, el comercio, la construcción, incluso la vida en el hogar, dependen de una fuente energética como condición para su funcionamiento. En las ciudades es impensable vivir sin energía y  el uso que hacemos de ella. Sin embargo, la utilización de fuentes naturales no renovables y el impacto ambiental que ha generado su explotación, nos obliga a repensar el modelo energético.

Con el objetivo de promover el uso de fuentes alternativas y  disminuir el  uso de las energías renovables, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) determinó el 14 de febrero de 1949 la conmemoración del Día Mundial de la Energía.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se calcula que, aproximadamente, el 80% de la energía se produce a partir de combustibles fósiles, y un 30% de ésta proviene del petróleo. Sólo un 2% proviene de energías renovables. Más de un tercio de la población mundial no tiene acceso a las formas avanzadas de energía y el 30% de los países más desarrollados del planeta, que representan un 15% de la población total, consumen más del 60% de estas formas modernas de energía.

La Dra. Graschinsky (Investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Tecnología de Hidrógeno y Energías Sostenibles) afirma que en Argentina, más del 80% de la matriz energética primaria la componen los hidrocarburos, es decir, el gas y el petróleo que requieren de millones de años para volver a generarse.

El Informe sobre la Brecha de Emisiones del PNUMA publicado el 26 de noviembre pasado y principal insumo para las Conferencias de las Partes (COP25) – Tiempo de Actuar, que se realizara en Madrid en diciembre del año pasado, nos demuestra la gravedad sobre la crisis energética y la velocidad con la que debemos actuar.

El informe anual de UNEP examina el progreso de los países para cerrar o achicar la brecha de los compromisos asumidos por los países para la reducción de emisiones. Puntualmente, el informe mide y proyecta 3 líneas de tendencia clave:

  • La cantidad de emisiones anuales de gases de efecto invernadero, hasta el 2030
  • Los compromisos de los países para reducir las emisiones y el impacto que estos pueden tener en la reducción general de emisiones
  • El ritmo al que deben reducirse las emisiones para frenar el aumento de temperatura en 1.5ºC de manera posible.

El informe, también incluye oportunidades clave para que los países aumenten el ritmo de reducción de emisiones.

De los 10 años en los que se ha elaborado el informe, la brecha de 2019 ha sido la más amplia.

Ahora necesitamos reducir las emisiones 7,6% cada año a partir de 2020 y hasta 2030. Si no lo hacemos, perderemos la oportunidad de limitar el calentamiento global a 1,5 °C. Si no tomamos medidas más allá de nuestros compromisos actuales -e insuficientes- para detener el cambio climático, se espera que las temperaturas aumenten 3,2 °C por encima de los niveles preindustriales, con un efecto devastador.

Los datos son realmente preocupantes y parecería que los gobiernos de los países que más emisiones provocan, no están acelerando el proceso de cambio. Es por ello, que somos los mismos ciudadanos, quienes debemos tomar conciencia de lo que provocamos con nuestro consumo y hacer un real cambio de hábitos.

La desinformación y la falta de compromiso hacen demorar los cambios de nuestra vida en el tema energético.

En el Partido de Mar Chiquita, en la Provincia de Buenos Aires, hay algunos modelos que dan ejemplo de la posibilidad de “hacer diferente” y de cambiar, el modo de generar energía. Si, la energía podemos generarla, y no sólo consumirla. Por un lado, Quinta Esencia, una experiencia de la Ong. Amartya, que enseña, demuestra y vive un cambio de paradigma. Por otro, la Escuela pública sustentable Nº12 del Balneario Parque Mar Chiquita, ejemplo de construcción viva y de un modo novedoso de enseñar. Además, ciudadanos convencidos que se pueden hacer las cosas de “otro modo”.

En esta nota queremos contar el compromiso y la experiencia de Fernando Irie, vecino del Balneario Parque Mar Chiquita, que desde hace 12 años, ha tomado la decisión de hacer las cosas diferentes.

Fernando Irie 1

Convencido de dejar la Ciudad de Buenos Aires y vivir de un modo sustentable, en armonía con la naturaleza y comprometido con el medio ambiente, llegó al Balneario hace 1 año donde comenzó un proceso de transformación que lo llevan a estar hoy orgulloso con el camino transcurrido. Fernando y su pareja, siguen el modelo de países como Costa Rica, donde el foco está en vivir utilizando los recursos naturales sin dañarlos. Para ello se han formado, y se siguen formando, en bio-construcción, energía renovable, huerta orgánica, agro-floresta, etc. Sólo por citar algunos ejemplos, en su casa instalaron paneles solares, con sistema ON GRID, utilizando la energía necesaria e inyectando el sobrante a la red de la Cooperativa Arbolito. Para poder hacer esto, han sido los primeros en firmar un Convenio bilateral entre Usuario y Prestador de servicio eléctrico. El Convenio establece un valor KW/H sobre el uso del domicilio y sobre el KW/H que ellos inyectan a la red eléctrica. La inversión realizada en equipamiento en el año 2019 fue de 4 paneles de $ 10.000 cada uno y 1 equipo inyección (inversores) de $ 50.000. Si bien al inicio, compraron baterías para acumular energía, al poco tiempo decidieron sacarlas porque las baterías no son renovables y son muy contaminantes. Además, un termo solar es el equipamiento para dar agua caliente a la casa.

Pero la energía, no es el único compromiso asumido. En la casa de Irie podemos encontrar una Paca digestora Silva (para todo tipo de residuos orgánicos), una compostera, un sistema de biodigestores para las aguas servidas y una huerta orgánica.

“No se trata sólo de ahorrar dinero. Se trata de ser responsables con el impacto que genera lo que hacemos y lo que consumimos”, aclara Fernando.

Fernando Irie 2

En esta misma línea, ya comenzó a trabajar en la desinstalación de la estufa (una salamandra a leña), que será reemplazada por una estufa Rocket, que no necesita de leña dura para calentar. Esta estufa, por su alta eficiencia y bajo consumo de leña, es muy utilizada en países de Europa, ubicados en los Alpes.

Entre los hábitos de consumo que han cambiado, también se presentan los productos de limpieza e higiene personal biodegradables. “Esto ayuda a que todo el sistema funcione y no matemos a las bacterias que nos ayudan a no contaminar”, agrega Irie.

El nuevo proyecto que decidieron enfrentar es la recuperación y reutilización de agua de lluvia. Un nuevo desafío que se hará real en el año que acaba de comenzar.

Para una sociedad joven, como la Argentina, el camino debería ser más corto para poder adoptar hábitos de consumo responsables. Sin embargo, la comodidad, la falta de información, la ausencia de leyes que motiven a desarrollar energía limpia, son algunas de las razones que retrasan el cambio.

El ejemplo del vecino de Mar Chiquita, es motivador para entender que no hace falta hacer un cambio radical en la vida y de una sola vez. Lo importante es saber que se puede hacer, que la inversión puede ser progresiva y que el cambio es muy grande.

Desde la Fundación Verdepampa, felicitamos a Fernando Irie por sus decisiones y esperamos que su ejemplo sea motivador para otros vecinos.   

Más inormación: /www.unenvironment.org/es